El uso abusivo e ilegal de un helicóptero propiedad del gobierno por
parte del ahora ex director de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld, ejemplifica la actitud patrimonialista con la
que se conducen los servidores públicos y el cinismo que les caracteriza cuando
pretenden justificarse.
Actos parecidos son cotidianos. La corrupción
generalizada que existe en todas las esferas
gubernamentales, fenómeno profundamente enraizado en la cultura política del país,
explica porque los funcionarios asumen que pueden manejar los bienes públicos como suyos.
Este grave problema, sabemos, en parte se explica por la impunidad, la variante
más perniciosa de corrupción, que cubre
a los involucrados en actos deshonestos e ilegales.
David Korenfeld pensó que sus desvergonzadas declaraciones
sobre el uso de la aeronave serían suficientes para amortiguar el efecto que
tuvo la publicación del video en el que aparece con su familia momentos antes
de abordar el vehículo, que utilizaron para fines personales.
Aun en los momentos en que anunció su
renuncia a la dependencia tuvo el descaro de asegurar que siempre se condujo
apegado “a la verdad y la honestidad”.
Esta cultura del despilfarro y desvío de los
recursos públicos sin embargo está amenazada por las redes sociales. El despido
del también ex presidente municipal de Huixquilucan, Estado de México, como
director de Conagua, fue forzado por el impacto que provocó la difusión de su abusiva conducta en internet.
Desde el inicio de su mandato el presidente
Peña Nieto está sujeto a un severo escrutinio. Vive en medio de una permanente crítica
y descalificaciones inconcebibles en los
tiempos, no tan lejanos, en los que el
gobierno tenía todos los hilos del control de la información que se divulgaba
en el país.
Educados en los
modos y costumbre de un sistema caracterizado
por los excesos del poder por un lado y la subordinación gustosa de la clientela
política por el otro, quienes ahora gobiernan no atinan cómo reaccionar frente a una realidad social que los rebasa.
Internet se está significando
como un contrapeso real que ha metido en graves apuros a quienes son producto
de esa cultura permeada por la corrupción y la impunidad. Las redes sociales están poniendo contra la
pared a aquellos para quienes la rendición de cuentas no existía.
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