El presidente del Congreso de
Tamaulipas, Ramiro Ramos Salinas, recién mostró un rasgo preocupante de su
personalidad: Es prejuicioso.
En un intento por atenuar las críticas
al gobierno porque no puede enfrentar con éxito la operación de grupos
criminales dedicados al delito del secuestro, lanzó una más que desafortunada
expresión.
Ramos Salinas, aseguró que el
perfil de los secuestradores corresponde a hijos de padres divorciados, sin
educación primaria y generalmente con antecedentes de trabajo informal en la vía pública.
Tal afirmación no puede más que
atribuirse a una predisposición negativa del diputado hacia quienes poseen las características
que describió como elementos comunes en ese tipo de delincuentes.
Parece que la manera de pensar
del presidente del congreso tamaulipeco está influida por los estereotipos
negativos que existen sobre la pobreza. Es una manifestación de esa creencia que considera que la marginación es causal
determinante de la delincuencia.
Lo peor es que en esa pretendida defensa
de la estrategia de seguridad, que se supone busca abatir los índices de
diversos delitos, entre los que se encuentra el secuestro, Ramos Salinas asumió
que la disolución de un matrimonio puede generar potenciales delincuentes.
En el fondo, su dicho denota una postura discriminatoria. Aunque haya tratado de manifestarse por más acciones de prevención del
delito, sus aseveraciones no dejan de ser prejuiciosas.
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