El manoseo político que se ha dado al caso Ayotzinapa,
aunque deleznable, no tiene nada de extraordinario porque solo es un reflejo
del cinismo y perversidad que caracteriza a quienes se desenvuelven en esa
actividad, que, por eso y mucho más, resulta
una de las más despreciadas por la sociedad.
La filiación partidista
de José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala preso ya por los delitos de delincuencia organizada, secuestro y homicidio
calificado, dio pie a muchas descalificaciones e imputaciones en contra
de quienes lo promovieron políticamente.
El caso fue usado aviesamente por
enemigos internos y externos de aquellos a quienes se achaca la responsabilidad
de haber influido para que el varón de la llamada “pareja imperial” guerrerense
fuera postulado candidato perredista a la alcaldía igualteca.
Las cosas llegaron a tal extremo que animaron al
ex presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido de la Revolución Democrática,
Jesús Ortega, a dolerse públicamente de lo que calificó como “una campaña de
odio, alentada por algunos medios de comunicación que no contribuyen a resolver
la grave crisis y provocan encono”
En parte tiene razón, porque esta
tragedia, que provoca una indignación que se aviva cada día, efectivamente dio pretexto para que se desatara una bajuna confrontación entre muchos políticos de distintos
partidos.
En medio de sus lamentaciones por lo que
también juzgó como un “linchamiento”, contradictoriamente se sintió legitimado para tomar y arrojar su
piedra.
Sin rubor la arrojó contra el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador,
a quien señaló de haber impulsado a Lázaro Mazón como candidato al gobierno de
Guerrero, quien a su vez apoyó a Abarca para buscar la alcaldía de Iguala.
En este entorno, quien igualmente se
quejó del maltrato que les han dado fue el también ex presidente nacional del
PRD, Jesús Zambrano, quien fue echado de la UNAM por un grupo de estudiantes
que repetidas veces le gritaron asesino.
En su cuenta de twitter escribió que “la
intolerancia- basada en la calumnia- de una minoría le hace el juego a la
derecha autoritaria.”
Aunque lo hizo de manera grotesca e
insensible, de alguna manera le asiste
la razón cuando publicó que “hay zopiloteo” en torno a
“lo de Iguala por parte del PRI, PAN etc.”. Sin embargo Zambrano falló completamente en su interpretación respecto de lo que le ocurrió en la UNAM.
Aunque las imputaciones que le hicieron
los estudiantes pueden resultar subjetivas, en realidad fueron una expresión airada del nivel del
hartazgo que hay en la sociedad. Es una manifestación del estado de ánimo social que los políticos, a pesar de todo lo sucedido en
el último mes, no alcanzan a entender: la gente ya está hasta la madre.
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