A raíz del alboroto político provocado por las indagatorias en contra de
los ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio
Hernández Flores, el actual mandatario estatal Egidio Torre Cantú ha insistido
en pedir que no se estigmatice a Tamaulipas.
Independientemente de que aun no se
conoce la situación legal de los dos ex gobernadores tamaulipecos, la
relevancia del contexto de las investigaciones que los involucran ha generado
una profusa y cotidiana cobertura periodística sobre el caso.
Es obvio que por tratarse de quienes se trata y el momento político que se
vive, no ha habido día en que la información que generan las filtraciones sobre
detalles de las averiguaciones que realiza la PGR o las acciones derivadas de
estas no ocupe espacios principales de los medios de comunicación.
De Tomás y Eugenio, siempre se supo de la forma que gobernaron el
estado. Que pusieron sus intereses muy
por encima de los de la población. Que
hicieron del gobierno un negocio, como siempre ha ocurrido en la esfera pública
de este país.
Su fama pública era mala, aunque pocos se atrevieron a señalarla. El entorno de la reciente y detallada divulgación
de la riqueza que ambos acumularon, le dio una dimensión distinta a la
abundancia de dinero que obtuvieron con el manoseo descarado sobre el
presupuesto estatal.
Son dos tamaulipecos prominentes envueltos en el escándalo. Por eso las referencias a Tamaulipas son
obligadas.
Sin embargo esto no necesariamente implica una degradación de la imagen del
estado.
No hay manera de inferir que los señalamientos que se hacen en su contra
denigran a los millones de personas que en Tamaulipas se ganan la vida
honradamente y que además lo hacen enfrentando una situación extremadamente
complicada por las circunstancias del alto riesgo en las que viven.
Tomas y Geño, definitivamente no representan para nada, absolutamente, lo que es Tamaulipas.
Así de simple.
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