Desde
el inicio de su administración, el aún presidente municipal de Reynosa, José
Elías Leal, habló de la llamada “Ciudad de los Niños” como su gran proyecto para
propiciar la integración social.
Lo
presumía pretendiendo ubicarlo como un espacio muy valioso para la comunidad.
Ahora
que se ha inaugurado con el nombre de “La Ciudad de las Familias Felices” se puede observar que todo lo que dijo estaba
basado en una idea suelta, producto de una muy escasa imaginación. Literalmente se trataba de una ocurrencia.
El
complejo tiene varias edificaciones supuestamente construidas con un enfoque
educativo pero que por sus características y las dinámicas que ahí se organizan
resulta obvio que no despiertan el interés de los niños ni propician su proceso
imaginativo. Si eso fuera poco solo se les permite visitarlos unos cuantos
minutos.
Las
áreas abiertas están habilitadas con algunos juegos que son muy comunes en los
parques o en las plazas. En esa zona del parque no hay ningún elemento
interesante. Ese tipo de mobiliario generalmente tiene poco uso entre los
niños. Además por estar expuestos al sol será muy difícil que los niños los utilicen.
El
proyecto, en el que se gastaron más de 50 millones de pesos, carece de elementos mínimos que deberían considerarse
para la creación de espacios públicos destinados a la población infantil.
En
el lugar no se refleja ninguno de muchos criterios que reconocen al juego como
una de las actividades más determinantes en el desarrollo de los niños. Actualmente en la construcción de áreas
públicas infantiles deben incorporarse aspectos que van más allá de lo meramente
arquitectónico.
El
avance en el reconocimiento de los derechos de los niños contempla al juego como
esencial por la enorme importancia que tiene en su maduración individual y las
oportunidades que genera para su sana inserción en la comunidad.
El valor que tiene esta actividad en su
desarrollo y crecimiento obliga a que en el diseño de estos espacios se involucre
una visión sociológica.
Este
complejo se construyó sin poner en el centro del proyecto las necesidades del
público infantil.
Es evidente que la
ahora “Ciudad de las Familias Felices” es el reflejo de la ignorancia de su
promotor y de quienes lo diseñaron respecto del verdadero papel del juego en la
vida de los niños.
Las
carencias estructurales del concepto -que mal copió elementos de otros partes- no
propician un ambiente adecuado para ellos. Además, los empleados municipales
que fueron comisionados al lugar carecen de conocimientos en el trabajo con
niños.
Aunado
a eso, las características extremosas del clima provocan que el lugar sea más estresante. Con el sol a plomo, la falta de zonas
sombreadas impide la cómoda circulación de las personas.
No
existen áreas verdes y arboladas que son indispensables en este tipo de espacios.
No se tomó en cuenta que son un elemento
muy importante para las actividades de
esparcimiento.
Definitivamente
no hay nada que favorezca la espontaneidad que debe tener el juego. En esas
condiciones es impensable que tengan solaz, diversión y entretenimiento.
La
dichosa “Ciudad de las Familias Felices” es un yermo para la imaginación de los niños. No les genera
entusiasmo ni mucho menos les despierta emoción.
Quienes
materializaron la ocurrencia del alcalde de Reynosa, desatendieron la suma
importancia que tiene esta actividad para los menores. Ignoran que el juego incluso
está asociado con la felicidad.
Que gran
contradicción.
El
interés real de las autoridades municipales para impulsar este proyecto fue la
posibilidad de allegarse el recurso federal que se etiquetó para su
construcción. La idea era hacer negocio.
Precisamente
en razón del beneficio económico, funcionarios del gobierno del estado, sin
ninguna justificación legal, les arrebataron la licitación y a través de
prestanombres se quedaron con el contrato.
Nadie
del municipio se atrevió a reclamar el atropello.
Era
impensable que una disputa por ese negocio porque a fin de cuentas, contrario a
cualquier disposición jurídica, frente a ellos el alcalde siempre actuó como un
subordinado.
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