De acuerdo con reportes de la
Secretaria de Hacienda y Crédito Público, entre 1993 y marzo de año pasado, la
deuda pública de Tamaulipas creció 2 mil 694 por ciento al pasar de 406
millones a 11 mil 208 millones de pesos.
Un endeudamiento que merece el
calificativo de brutal porque si se considera que la contratación de créditos
se ha hecho con el pretexto de mejorar los servicios que presta el gobierno
estatal, pero que, por ejemplo, no se ha reflejado en mejores condiciones de
vida de la población ya que poco más de la tercera parte de los tamaulipecos están
en situación de pobreza.
Al iniciar su sexenio en 1993, el
ahora ex gobernador Manuel Cavazos Lerma, actualmente senador de primera minoría
por Tamaulipas, tenía una deuda de 416 millones de pesos. Contrario a lo que
pudiera pensarse, al concluir su mandato en 1998 esta había disminuido a 271
millones de pesos.
El sucesor de Cavazos Lerma, su
paisano matamorense Tomás Yarrington Ruvalcaba, tan solo en su primer año de
gobierno incrementó la deuda estatal en 259 por ciento al llevarla a 702
millones de pesos. Para 2004, que fue el
último de su gobierno, dejó las arcas estatales con pasivos por mil 343 millones
de pesos.
En el 2005 Eugenio Hernández
Flores tomó posesión como gobernador de Tamaulipas y los siguientes cuatro años anduvo medio bien
portado en el tema de la deuda ya que al final del 2008 ésta ascendía a mil 507
millones de pesos, 164 millones más del monto del pasivo que le había heredado Yarrington Ruvalcaba.
Para el año siguiente, el penúltimo
de su sexenio, Hernández Flores perdió completamente el piso y adquirió mas créditos
que inmediatamente pusieron las finanzas del estado en jaque. En un año, con el Congreso local como
comparsa o mejor dicho, como cómplice, aumentó la deuda a 6 mil 637 millones de
pesos.
Mucho de ese dinero se usó para
la construcción de obras innecesarias pero que fueron el pretexto para saquear
el presupuesto a través de las constructoras privilegiadas con la obra pública
estatal. En esa época se construyeron el nuevo palacio legislativo, la costosa
y mal hecha torre gubernamental y las nuevas oficinas de la Fiscal del Estado
en Ciudad Victoria, entre otras construcciones improductivas.
Lo peor vino al cierre de su
sexenio en el 2010, que terminó con una descomunal deuda del orden de 10 mil 55
millones de pesos. El sexenio del actual
mandatario estatal, Egidio Torre Cantú, arrancó con ese pesado lastre, que tiene
comprometidas las arcas estatales por muchos años.
A marzo del 2012, los reportes de
la Secretaria de Hacienda ubican los adeudos del gobierno tamaulipeco en 11 mil
208 millones de pesos.
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