La llegada de Enrique Peña Nieto
a la Presidencia de la República está demostrando que la subordinación forma parte de la naturaleza política
de los priistas.
Que como en los viejos tiempos su disposición a sujetarse al mando puede incluso llevarlos a ridículas contradicciones.
Que como en los viejos tiempos su disposición a sujetarse al mando puede incluso llevarlos a ridículas contradicciones.
Como víspera de lo que
seguramente vendrá muy pronto, en los trabajos previos a la XXI Asamblea
Nacional Ordinaria del PRI se aprobó la eliminación de la parte del Programa de
Acción que señala que ese partido “defiende la economía popular y no aceptará
la aplicación del IVA en alimentos y medicinas”.
Esa mutilación de los documentos básicos
del PRI se convierte en una ominosa señal.
La mansedumbre mostrada por quienes integraron las mesas de trabajo,
cuyas propuestas serán presentadas a votación en la asamblea nacional del
partido, allana el camino para que el gobierno federal pueda promover una
iniciativa para gravar alimentos y medicinas.
La eliminación de esa parte de lo
que el Programa de Acción define como “Soberanía Alimentaria” se convierte en
una amenaza para la población, especialmente para quienes apenas sobreviven en
una economía basada en la injusticia social.
Con mansedumbre los priistas renuncian
a ese postulado que defendieron rabiosamente durante los dos sexenios panistas.
Abandonan la postura que les resultaba políticamente
conveniente porque ahora la verticalidad de su sistema de disciplina así se los
reclama.
La interpretación que puede darse
a esta postura es irrelevante frente a las implicaciones sociales que tiene.
La desaparición del párrafo en cuestión del
Programa de Acción priista es una especie de anticipación de la repetición de
la famosa “Roqueseñal”.
En un país con 52 millones de
pobres, 11.7 millones en pobreza extrema, la simple posibilidad de que se
aplique el IVA a alimentos y medicinas es aterradora.
En un país en el que mucha gente muere porque
no tiene atención a la salud, una medida semejante sería una atrocidad.
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