El priismo en Tamaulipas es de una cultura política muy atrasada. Como en otras regiones del país, aquí subsisten usos y costumbres que caracterizaron al presidencialismo mexicano anterior al año dos mil
El ejercicio del poder sigue siendo vertical. La voluntad del que se encuentra en el pináculo gubernamental nadie la cuestiona. Sin recato ni reparos, muy fácil y comodinamente, casi todos se le someten por voluntad propia.
Absolutamente, no hay diferendos. El centro de todo es el palacio de gobierno. Pocos, muy pocos han sido los que se fueron a contra corriente porque el precio puede ser elevado, muy caro.
Las formas dominantes son las del gobernador en turno. Como sean. Las que sean.
La clase política esta presta a hacer suyas las maneras del llamado primer priista del Estado. La subordinación generalmente es llevada al exceso. Son el vivo ejemplo de aquella vieja anécdota sobre el tiempo alrededor del que gira la política priista: ¿La hora? La que usted mande, Señor.
Es común que, por ejemplo, los presidentes municipales se asuman como subordinados del gobernador. Se entregan sin rubor al arbitrio de quien reconocen, aun sin serlo, como su superior. Presumen recibir sus instrucciones directas ostentándose como dóciles y comedidos empleados.
Ese afán de agradar al gobernador empuja a la clase política del estado incluso a adquirir ciertos hábitos y frases que son característicos del mandatario en turno.
Todo es zalamería.
Por eso ahora las corbatas o algunas prendas femeninas que usan en público los priistas son color naranja
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