Tras la detención de dos de sus ex colaboradores a consecuencia de ilícitos que se les imputan por la “mega deuda” que dejó en Coahuila, Humberto Moreira Valdez acusó al PAN de tratar de aprovechar políticamente el asunto y hasta dijo ser “el ofendido” por las maquinaciones delictuosas desplegadas para que el gobierno coahuilense contratara crédito.
Es obvio que el gobierno federal y los dirigentes del Partido Acción Nacional buscan que el caso provoque el mayor daño posible al PRI, pero que Moreira Valdez alegue que quienes participaron en la falsificación de documentos para que se les autorizaran esas adquisiciones crediticias lo hicieron a sus espaldas, es hasta risible.
El presidente nacional priista a toda costa trata de contener el desastre que le ha provocado el escándalo de la descomunal deuda pública de Coahuila, primero por el ocultamiento de la cifra real y luego por la denuncia penal por la presentación de documentos apócrifos para contraerla.
Ahora resulta que quien maniobró exitosamente a sus anchas para imponer a su hermano para sustituirlo en la gubernatura coahuilense no tenía en sus manos todos los hilos del poder estatal tras solicitar licencia para hacerse cargo de la dirigencia nacional priista.
Es entendible y aceptable que el ex mandatario estatal coahuilense niegue cualquier vinculación con el asunto, pero conociendo la forma en que los gobernadores priistas controlan todo en sus estados, como ejercen el poder de manera vertical y en consecuencia abusivamente, su defensa resulta frágil.
Lo peor de todo es que el señor pretende poner al nivel de daño moral personal una situación que ejemplifica la podredumbre en el ejercicio público y que además tendrá graves consecuencias para los habitantes de Coahuila.
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