El dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática en Tamaulipas, Jorge Valdez Vargas es un ejemplo muy claro de cómo algunos trastornos emocionales definitivamente no impiden que, con ciertas dificultades, una persona pueda socializar e incluso alcanzar una `posición como la que él ocupa.
En su primer encuentro con reporteros de Reynosa mostró su personalidad intolerante, agresiva, vulgar y prejuiciosa. A las preguntas que le hicieron sobre el encarcelamiento de su acérrimo enemigo Francisco Chavira Martínez, contestó con sorna e hizo expresiones de desprecio a un reportero que lo increpó por su manera de conducirse.
El encuentro terminó cuando la mayoría de los periodistas abandonaron el lugar, molestos por la actitud del dirigente perredista, quien todavía tuvo la desfachatez de descalificarlos groseramente.
En una plática posterior con varios trabajadores de los medios de comunicación, el dirigente local del partido del sol azteca, Alfredo Castro Olguín, trató de justificar la reacción de Valdez Vargas argumentando que “es una persona de carácter”.
Esa descripción de la forma de ser del presidente estatal del PRD definitivamente es totalmente equivocada. Una persona de carácter es enérgica, determinada y con una excepcional fortaleza de espíritu, lo que nada tiene que ver con la evidente inestabilidad emocional de Valdez Vargas.
De entrada se nota que es un patán. Un sujeto colérico, irascible. Un pobre diablo que piensa que son sus escasos meritos la causa de su llegada a la dirigencia del partido.
Honestamente no quiero seguir perdiendo el tiempo en un asunto que en realidad no tiene la mayor importancia debido a la escasa calidad moral de su protagonista.
Aunque no quiero dejar de decir que Valdez Vargas es un verdadero pendejo, eso sí con mucha suerte.
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