Lo sucedido con los estudiantes
de la escuela normal de Ayotzinapa es la expresión más bestial del abuso del poder de las últimas décadas. Es el acto más sanguinario perpetrado por
fuerzas policiacas, aquí en complicidad
con la delincuencia, convertidas en el brazo ejecutor de sus superiores.
Estos asesinatos y desapariciones
son el más aberrante caso que hemos conocido, sin embargo no es un hecho
aislado. Nuestro país sufre un contexto generalizado de violaciones a los
derechos humanos de la población, en el que, ahora peor que nunca, la impunidad es la más grande amenaza.
Históricamente, los intereses de
los grupos en el poder, independientemente de sus características, se han
impuesto por la fuerza. El papel de la fuerza
pública con la que legítimamente cuenta el estado se distorsiona hasta
convertirla en instrumento para la agresión y para la represión.
Sin embargo, obviamente, ese tipo de actos
no son producto exclusivo de tal perversión del ejercicio de la función pública.
En las circunstancias actuales este fenómeno
se ha vuelto mucho más complejo y peligroso por la penetración de grupos
delincuenciales en las instituciones del país.
Además tenemos que reconocer que
los actos abusivos contra individuos o grupos por parte de elementos
policiacos, y en general de cualquier tipo de servidor público, también están relacionados con la
prepotencia como una característica de la idiosincrasia de los mexicanos.
¿Quién no ha escuchado la frase “Yo
soy la ley”? Es una expresión que denota la individualización abusiva de la
imagen del poder. Ningún ciudadano,
ninguna persona, puede reclamar sus derechos frente a la actuación indebida de
un miembro de los cuerpos del orden sin exponerse cuando menos a esta respuesta
tan agresiva como peligrosa.
El ataque, ocurrido en el
municipio de Cocula, Guerrero, contra un grupo de periodistas que iban detrás de
un vehículo lleno de supuestos policías, todos vestidos de civil, fuertemente
armados es una muestra de ello.
Molestos porque los reporteros los seguían, Con sus armas en la mano descendieron del vehículo en el que se
desplazaban y trataron de obligarlos a que abrieran su
unidad. Uno de ellos, el más enfadado, golpeó varias veces la puerta del conductor con la
culata de su rifle de alto poder.
La desaparición de tres jóvenes estadounidenses
en el municipio de Matamoros, Tamaulipas, de la que se acusa a elementos de un
cuerpo policiaco que brinda seguridad a la alcaldesa panista Leticia Salazar Vázquez,
también ilustra el grado de vulnerabilidad al que nos enfrentamos.
Definitivamente nos encontramos
en un entorno de alto riesgo derivado de la profunda descomposición de la seguridad pública, que de
hecho se ha convertido en nuestra más grande amenaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario