La tragedia de Ayotzinapa ha derivado en un vergonzoso reparto de culpas
entre funcionarios y dirigentes de varios partidos, que además de embarrar en
el escándalo a sus enemigos políticos, parece
un intento desesperado por desviar la atención
del verdadero fondo de este terrible
caso.
Ya se echaron a andar maniobras de control de daños para enfrentar la demoledora descalificación de la opinión pública
nacional e internacional que ha sometido, principalmente, al estado mexicano a
una tensión que no tiene precedente en nuestro país.
Como la salida de Ángel Aguirre
Rivero del gobierno de Guerrero no logró despresurizar el ambiente de irritación
causado por esos hechos, ahora los medios de comunicación se llenan con
declaraciones políticas con descalificaciones que intentan acercar a otros a la
recriminación pública que ha desatado el caso.
En medio de la cada vez mayor animosidad
social por el nulo avance de las investigaciones, por ejemplo, el secretario de
Gobernación acusó al ex gobernador
Aguirre Rivero de haber actuado con tal negligencia que propició que el ahora
ex alcalde de Iguala se diera a la fuga.
Miguel Ángel Osorio Chong declaró
que personalmente le había pedido que diera
órdenes para vigilar a José Luis Abarca “para que no se les fuera a ir”.
De esta manera, como si fuera a
tener un efecto real en las indagatorias ministeriales sobre la desaparición de
los estudiantes normalistas, el funcionario deslindó al gobierno federal de la responsabilidad
por la huida del ex alcalde igualteco.
La andanada de imputaciones
mutuas abarca también el plano de lo subjetivo. Ahora medio mundo se acusa por
haber tenido trato con el expresidente municipal de Iguala y con su esposa. Del tamaño del miedo al daño que les pueda provocar
a su imagen ha sido la vehemencia con la
se deslindan de la pareja.
En este obsceno enfrascamiento participan
diversos actores políticos que parece que lo único que buscan es hacerse el mayor
daño posible. A muchos de los que participan en esta disputa lo que menos les
importa son los asesinatos y las desapariciones.
Figuras prominentes del PRI, PRD
y Morena intercambian acusaciones, hasta ahora, subjetivas que no tienen más propósito que
desprestigiarse recíprocamente.
Por lo que hemos observado en la evolución
de esta crisis, entre los políticos si existe un interés común: el suyo propio.
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