A mediados de agosto, el presidente del Congreso de Tamaulipas,
Ramiro Ramos Salinas, tuvo la ocurrencia de ponerse a bailar con una chica
integrante de un grupo de danza procedente de Tahití que participó en el “Décimo Festival Internacional del Folclor Universitario
2016”, organizado
por la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
El baile del diputado ocurrió durante la presentación de
algunos grupos participantes en ese festival en el denominado Atrio de la sede
del poder legislativo en la capital del estado.
Aunque el legislador fue acremente criticado en las redes
sociales, habría que reconocer que es un excelente bailarín: Los tres años en
los que se desempeñó como presidente del congreso bailó muy bien al ritmo que
le tocaron desde Palacio de Gobierno.
Hace unos días, incluso pasando por encima de la ley, arregló
que llegaran al pleno más de 200 cuentas públicas, incluidas obviamente las del
Poder Ejecutivo, para fueran aprobadas mucho antes del vencimiento legal del
plazo para hacerlo.
La idea era no dejar en manos de la próxima legislatura, que
inicia en octubre con mayoría panista, tal procedimiento.
Varios diputados de oposición se quejaron de lo que
consideraron una sospechosa celeridad, que impidió que conocieran detalles de
los resultados de la fiscalización realizada por la Auditoria Superior del
Estado.
Desde que inició su mandato en 2013, Ramos Salinas estuvo a
modo del gobierno estatal.
En su gestión amarró la aprobación de un enorme endeudamiento que contrató
el gobierno de Egidio Torre Cantú en estos tres años. En ese periodo el
congreso local le dio el visto bueno al gobernador para que adquiriera siete
créditos que en conjunto suman poco más de 4 mil 255 millones de pesos.
A nadie de la bancada priista le preocupó el uso y destino de
tan cuantiosos recursos. Lo importante estaba hecho: complacer a su gobernador.
El grado de subordinación de Ramos Salinas frente a Torre
Cantú se manifestó grotescamente durante el tiempo que creyó que podía ser el
candidato del PRI a gobernador para la elección de junio pasado.
En ese tiempo, su carácter pusilánime lo llevo a construir
una frase que, además de ser una aberración lingüística, podía considerarse como la
expresión gramatical de su miedo a Torre Cantú: “Vamos por más tiempo mejores
para Tamaulipas”.
Ramos Salinas no fue candidato. Continúo al servicio del
señor gobernador. A punto de concluir la legislatura, podemos concluir que dio
pruebas sobradas de que supo bailar al
ritmo que le tocaron.
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