Hace unos días, un grupo de pobladores de la comunidad indígena de San Mateo Cajonos, Villa Alta en Oaxaca intentaron linchar y quemar vivos al ex alcalde y al ex tesorero de esa localidad acusándolos del desvío de 2 millones de pesos de la hacienda municipal.
El ex presidente municipal José Rodríguez Jiménez y Manuel Gutiérrez Arreola, fueron sacados de sus viviendas por un grupo de enardecidos habitantes, quienes los llevaron a la plaza pública, donde los amarraron y los golpearon.
En el lugar se realizó una asamblea comunitaria, encabezada por el actual alcalde, en la que se decidió que fueran enviados a la cárcel municipal pero los vecinos se exaltaron y ya estando los ex funcionarios encerrados los rociaron con gasolina para quemarlos.
Afortunadamente para ellos, autoridades estatales lograron rescatarlos.
Si en este país se multiplicara el ejemplo de esa comunidad de la sierra norte oaxaqueña, seguramente veríamos miles de piras encendidas para castigar a los corruptos que saquean el erario a su cargo.
Lo ocurrido en la sierra oaxaqueña, es una situación extrema y extraordinaria. Obviamente injustificable. Para cualquiera, desproporcionada para la falta y el monto del quebranto, excepto para los miembros de la comunidad que pretendieron quemarlos.
En Tamaulipas serían muchos funcionarios y ex funcionarios los que, desde esa perspectiva, debieran ser amarrados y arrastrados. Pocos se librarían de la hoguera. Es larguísima la lista de quienes tendrían que se apaleados.
Sin embargo como la molestia ciudadana no es tan vehemente, ni la opinión pública tan influyente, todos los saqueadores del erario estatal y municipal gozan de completa impunidad.
Muchos, cínicamente se exhiben disfrutando de su riqueza mal habida porque saben que no toda la gente es como la de San Mateo Cajonos.
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