Como en cualquier elección
federal o local en nuestro país, que se caracterizan por la abundancia de
parabienes en boca de quienes buscan un puesto de elección popular, la que está
en curso en Tamaulipas, en la que se elegirán ayuntamientos y diputados
locales, nos están presentando el
porvenir de los municipios y del estado en general como un futuro pletórico de bondades, en el que
por consecuencia desaparecerán los grandes
males que aquejan a los tamaulipecos.
Quienes son candidatos de los
partidos que buscan arrebatarle posiciones al PRI, tanto municipios como curules del congreso, se esfuerzan por engrandecer los defectos de sus adversarios
para pasar inmediatamente a exaltar lo que aseguran son sus grandes virtudes y
capacidades, tan necesarias, dicen, para que las cosas sean mejores.
Los candidatos del tricolor
igualmente utilizan la exageración como recurso de campaña, aunque ellos para magnificar
las cualidades que les ven a los gobiernos local y los municipales encabezados
por sus correligionarios. Sobre la base
de describirlos como eficaces, íntegros, responsables y comprometidos, lo menos
que ofrecen es la continuidad.
Son campañas de extremos.
Es proselitismo exultante si
proviene de quienes tratar de conservar posiciones. Sus oponentes buscan
neutralizarlos con la execración.
No hay matices, no existen en
este momento puntos medios. En sus afanes por lograr su propósito ni cuenta se dan, aunque si lo hicieran no
les importaría, que con sus posturas le faltan al respeto a la inteligencia de
la gente.
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