La pobre opinión que el embajador de Estados Unidos en México tiene de los panistas a los que llamó “los candidatos” del presidente Calderón para la elección presidencial del 2012, a quienes calificó como “grises y débiles”, generó exageradas reacciones en los altos círculos políticos del país.
El cable filtrado por WikiLeaks en el que Carlos Pascual informó a sus superiores en Washington que el escenario político para Calderón en las elecciones del año entrante le es adverso debido al bajo perfil de los presidenciables del PAN y por la debilidad del partido tras los desastrosos resultados que tuvo en el proceso federal del 2009, desató encendidas descalificaciones contra el diplomático.
El dirigente del PAN, Gustavo Madero, elevó a nivel de asunto de estado las consideraciones emitidas por el funcionario estadunidense y aseguró que “lastiman mucho la relación de Estados Unidos y México”.
Como si los aspirantes panistas o su propio partido fueran asunto determinante que marcara el rumbo de esa relación bilateral. Como si el estado fueran ellos. Como si representaran el nacionalismo mexicano o la mexicanidad. ¡Por favor!.
Aunque puedan resultarles molestas las descalificaciones del embajador Pascual, el asunto no es para tanto. Dada la naturaleza de la relación entre los gobiernos de ambos países, especialmente en la coyuntura actual, lo menos que puede esperarse es eso.
Además, dos años después de ese cable de la embajada estadounidense que ha irritado tanto a tantos, pareciera que esta opinión sobre los aspirantes panistas ahora es compartida por el propio Calderón.
Su petición al PAN para que esté abierto a la posibilidad de que el candidato a la presidencia pudiera no ser un militante del partido, seguramente está influida por una percepción semejante a la de Pascual: Que la caballada de su partido está muy flaca, gris y débil.
La verdad no peca pero incomoda.
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