El presidente Felipe Calderón se reunió con los integrantes de la selección Sub 17 que este domingo ganaron el campeonato del mundo. Les hizo un justo reconocimiento por el trabajo que los llevo a lograr ese resultado.
Sin embargo no dejo pasar la oportunidad de darle un uso políco al encuentro al tratar de utilizar como herramienta propagandística el enorme logro deportivo de este grupo de destacados adolescentes.
Sin la menor intención de demeritar el trabajo de la selección, Calderón exageró cuando dijo que estaba convencido de que “México no va a ser el mismo después de ese Campeonato del Mundo”.
Es loable el esfuerzo del equipo de futbol pero, por más entusiasmo y alegría que genere, poner un resultado futbolístico como el parte aguas del acontecer nacional, es una desproporción.
En su mensaje el primer mandatario dijo que “tiene que cambiar la manera en como enfrentamos las cosas, tiene que haber un espíritu distinto y mejor”.
Habló como si la situación del país estuviera directamente relacionada con el ánimo de la población y su actitud frente a los problemas.
Habló como si la situación del país estuviera directamente relacionada con el ánimo de la población y su actitud frente a los problemas.
Como si los males que padecemos fueran consecuencia de nuestra forma de ver las cosas.
Ahora resulta que el desanimo popular es la fuente de nuestro infortunio. Que el espíritu achicado de las mayorías es el origen de la mala fortuna que nos persigue como país.
A cuatro años y medio de gobierno por fin el presidente ha dado en el clavo: un partido de futbol es la solución a todos nuestros problemas. ¡Bravo!
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