El ex candidato presidencial Andrés
Manuel López Obrador definitivamente es un hombre de poder. Como tal busca con ahínco lograr su propósito
incluso utilizando practicas que en su discurso merecen los peores epítetos cuando
se las atribuye a sus enemigos políticos.
Es intransigente y en
consecuencia intolerante. Su postura
molesta a muchos. Su conducta es irritante para los grupos de poder que
controlan el país pero también se ha ganado la animadversión de muchísima gente
común y corriente.
Esta aversión hacia el ex Jefe de
Gobierno de la capital del país generalmente se extiende a sus seguidores y
simpatizantes. Los movimientos de
protesta que se han presentado ahora que Enrique Peña Nieto fue declarado
presidente electo son automáticamente estigmatizados por el simple hecho de que quienes participan en ellos son afines
al ex candidato del Movimiento Progresista.
Esta percepción es
simplista. No hay duda de que hay
quienes tienen intereses aviesos al involucrarse o al promover esas muestras de
rechazo a los resultados de la elección del mes de julio.
Sin embargo no hay que ignorar
que López Obrador tiene una gran habilidad para manejar los sentimientos de la
gente. Que es un experto en explotar el
hartazgo, el cansancio y la frustración que dominan el ánimo de millones de
personas que desean vehementemente una vida mejor.
El ex candidato presidencial interpreta
con facilidad lo que muchos piensan sobre la situación del país. Habla el lenguaje de los menesterosos que son
mayoría en nuestro país. Sus discursos son
crudamente descriptivos de la histórica injusticia social que tiene prostrada a
la mayor parte de la población.
Su gran cualidad es saber
alimentar la perenne esperanza de algo
mejor que tienen los pobres. Tiene una enorme facilidad para hablar del México que deberíamos tener. Con mucha inteligencia se convierte en el
reflejo de tanta gente cuyas penurias son cotidianas.
Sus palabras lo acercan a
aquellos que pasan hambre, a los que viven en la desesperación del día a día. Sus
arengas en suma caen siempre en terreno fértil.
El discurso de López Obrador
concuerda con lastimosa exactitud con la realidad social imperante en el país. Independientemente de sus intenciones no
hay nada en la situación de la población que contradiga sus críticas al sistema
político.
La realidad soporta sus
argumentos.
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