Mario Ruiz Pachuca, uno de los hombres más cercanos del ex gobernador de Tamaulipas Eugenio Hernández Flores, usó el poder que le daba su relación con el ex mandatario para amasar una cuantiosa fortuna que le permitió construirse una mansión de más de dos millones de dólares en la capital de San Luis Potosí.
Esta semana el periódico El Cinco publicó una nota en la que revela la ubicación, el valor y algunos detalles de la lujosa construcción de la nueva residencia de Ruiz Pachuca. Una muestra de la corrupción imperante en ese sexenio.
La publicación de El Cinco tiene un valor sustantivo porque desde el principio hasta el fin del mandato de Hernández Flores denunció sus abusos y excesos. Una tras otra publicó muchas de las trapacerías que cometieron.
Durante esos seis años ese diario sufrió una de las más arteras persecuciones que se recuerden en la historia reciente de la prensa tamaulipeca. Todo el aparato de poder se volcó en su contra en un enfermizo intento por destruirlo.
Ruiz Pachuca fue el principal incitador de estas acciones. El poder lo enloqueció.
Al mismo tiempo desde su posición de coordinador de Asesores y de Comunicación social a base de carretadas de dinero se dedicó a tratar de construir una imagen de Hernández Flores que contrastaba notoriamente con su verdadera personalidad y escaso talento político.
La atrasada cultura política tamaulipeca en la que el gobernador es omnipotente, facilitó su trabajo. El dinero y una predisposición casi instintiva a la subordinación de la clase política del estado lograron su efecto temporal.
Ahora se está dando cuenta que en la política las fidelidades son temporales y concluyen cuando ya nada hay que ofrecer pero principalmente porque su patrón ya no es inquilino de palacio de gobierno, que aun es el centro del poder político en Tamaulipas.
Ya sin recursos públicos a su entera y arbitraria disposición se enfrenta a la cruda realidad de ser quien realmente es: un tipejo al que la fortuna le sonrió pero que terminó volviéndolo peor persona.
Ruiz Pachuca sigue siendo un patán, aunque eso si un patán multimillonario. Un pobre diablo con mucho dinero
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