El dos de octubre es una fecha de memorias trágicas, como lo son otras posteriores, que recuerda como el Estado está presto al uso brutal de su fuerza para bañarse en sangre. Es una fecha que ciertamente “no se olvida”.
Es una bandera de la llamada izquierda mexicana. Es insignia de esos grupos que se dicen liberales, progresistas y que fervorosamente detraen a la oligarquía, a los grupos de derecha, a quienes culpan de todos los males del país.
El Dos de Octubre, es un icono de las luchas sociales y de la represión que se ejerce contra estas. La izquierda mexicana pretende significarse como hacedora y heredera de este doloroso símbolo.
Son caso penoso. Aparentan cualidades. Simulan virtudes y creen que son convincentes. Son fingidores profesionales.
Ciegos como son respecto de sus debilidades y bajezas, que se muestran a los demás sin ningún paliativo, son ajenos al hedor que desde hace tanto despiden sus ruindades. Sus pretendidos afanes democráticos solo son discurso y nada más. Son ejemplo descarnado del envilecimiento que provoca la búsqueda de poder por el poder.
El caso Juanito es muestra de ello. ¡Al diablo con las instituciones! fue la proclama para echar a patadas al hombre de la banda en la cabeza. Tres mil millones de pesos del presupuesto de la delegación Iztapalapa de la capital del país, bien valen atropellar la voluntad ciudadana.
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