La elección de consejeros nacionales del PRD provocó enfrentamientos verbales y descalificaciones mutuas entre quienes defienden el proceso que se realizó este domingo y aquellos que denuncian que hubo irregularidades que convirtieron la jornada en un cochinero.
En Tamaulipas, el ex presidente del Consejo Estatal perredista, Francisco Chavira Martínez, declaró que “este es el proceso más marrano que ha tenido el PRD”.
Si fue o no así ese proceso, lo cierto es que conociendo a los perredistas cualquiera da por sentado que sí.
Su pasado los condena. Sus malas acciones hablan por ellos.
En los últimos años la representación legal del PRD ha sido el botín de los más poderosos grupos que de una manera insana siguen conviviendo en ese partido. Cohabitan repartiéndose posiciones pero quienes no tienen el control mayoritario siempre están al acecho buscando hacerse del poder.
Nunca dejan de presentarse como los garantes de un mejor destino para el país. Se llenan la boca con encendidas descalificaciones contra sus adversarios de otros partidos. Se asumen con una gran calidad moral por el simple hecho de decirse representantes de la izquierda mexicana.
Su problema es que han dado sobradas muestras de que pueden ser tan corruptos como los peores. Que para lograr sus propósitos no les importan los medios por más recriminables que estos puedan ser.
Ondeando la bandera de la democracia se revuelcan en interminables disputas por todo lo que en dinero y ventajas políticas representa el control del partido.
Por lo que está en juego en este proceso electoral, lo que ocurrió este domingo seguramente es el principio de cosas peores.
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