Inmediatamente después de que el gobierno de Estados Unidos anunció acciones legales en su contra por presunto lavado de dinero, el ex
gobernador de Tamaulipas, Tomas Yarrington Ruvalcaba, se convirtió en un
apestado para sus correligionarios del Partido Revolucionario Institucional.
A diferencia del también ex
gobernador Humberto Moreira, a quien tras el escándalo de la mega deuda que dejó
en Coahuila, a quien inmediatamente lo
bajaron de los reflectores políticos y
lo encerraron en el closet, a Yarrington
Ruvalcaba es imposible que le den ese trato
y por eso apresuradamente se deslindan de él y lo abandonan a su suerte.
En estos momentos, por razones de
elemental interés político, por pura conveniencia coyuntural, el ex mandatario local tamaulipeco ya no cabe
bajo la cobija de los priistas.
Apenas se conocieron detalles de la
acusación de lavado de dinero en el estado de Texas en contra del constructor tamaulipeco Fernando Cano Martínez, quien
siempre ha cargado la fama de ser prestanombres de Yarrington Ruvalcaba, y de las acciones civiles para incautarle al
ex gobernador dos propiedades con un valor de más de 7 millones de dólares, este
sin ninguna consideración de ningún tipo fue lanzado al cadalso político por
sus más prominentes compañeros de partido.
Con una fácilmente entendible motivación,
debido a que en plena campaña presidencial Yarrington Ruvalcaba se convirtió en
un indiscutible referente de la zona de oscuridad y tenebrosidad de la clase política tricolor, el dirigente
nacional del PRI lo condenó sumariamente.
A unas cuantas horas de que tronó
este escándalo político, el presidente del CEN del partido, Pedro Joaquín Coldwell, promovió la suspensión “inmediata” de la
militancia del ex gobernador tamaulipeco.
No hay duda que la medida es
extremadamente convenenciera. Lo atropellado de esta reacción resulta hasta
risible porque los priistas necesitarán muchísimo más que eso para amortiguar los estragos que les provocará
este asunto.
El mismo boletín que da a conocer
la posición del CEN sobre el caso tiene una expresión cínicamente ingenua
cuando refiere que “el PRI no solapa, bajo ningún concepto, impunidades”.
Es claro que para el señor Yarrington
no hay el beneficio de la duda, que para él no existe la presunción de
inocencia por la simple y sencilla razón de que la prioridad es la campaña de
Enrique Peña Nieto.
Habrá que ver la reacción del
partido luego de que la noticia de refilón le pegó ya a su candidato a senador
por Tamaulipas, el también ex gobernador Manuel Cavazos Lerma, porque, por
ejemplo, la dirigencia nacional del PAN
pide que se investigue a este último por su relación con Yarrington.
Con un cálculo parecido al de los
priistas, es decir por mero oportunismo electoral, la dirigencia nacional
panista y su candidata presidencial aprovecharon este regalazo para reforzar la guerra sucia que emprendieron contra Enrique
Peña Nieto desde hace semanas.
Para ellos, el escándalo Yarrington
Ruvalcaba es una verdadera joya propagandística, aunque a diferencia de la
mayor parte de los elementos de su estrategia contra el ex gobernador del Estado de México, esta si tiene muchos
elementos de objetividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario