jueves, 24 de mayo de 2012

TOMAS YARRINGTON: EL APESTOSO POLITICO


Inmediatamente después de que el gobierno de Estados Unidos anunció acciones legales en su contra por presunto lavado de dinero, el ex gobernador de Tamaulipas, Tomas Yarrington Ruvalcaba, se convirtió en un apestado para sus correligionarios del Partido Revolucionario Institucional.

A diferencia del también ex gobernador Humberto Moreira, a quien tras el escándalo de la mega deuda que dejó en Coahuila, a quien inmediatamente lo bajaron de los reflectores políticos  y lo encerraron en el closet, a  Yarrington Ruvalcaba es imposible que le den ese trato  y por eso apresuradamente se deslindan de él y lo abandonan a su suerte.

En estos momentos, por razones de elemental interés político, por pura conveniencia coyuntural,  el ex mandatario local tamaulipeco ya no cabe bajo la cobija de los priistas.

Apenas se conocieron detalles de la acusación de lavado de dinero en el estado de Texas  en contra del constructor tamaulipeco Fernando Cano Martínez, quien siempre ha cargado la fama de ser prestanombres de Yarrington Ruvalcaba,  y de las acciones civiles para incautarle al ex gobernador dos propiedades con un valor de más de 7 millones de dólares, este sin ninguna consideración de ningún tipo fue lanzado al cadalso político por sus más prominentes compañeros de partido.

Con una fácilmente entendible motivación, debido a que en plena campaña presidencial Yarrington Ruvalcaba se convirtió en un indiscutible referente de la zona de oscuridad y tenebrosidad  de la clase política tricolor, el dirigente nacional del PRI  lo condenó sumariamente.

A unas cuantas horas de que tronó este escándalo político, el presidente del CEN del partido, Pedro Joaquín Coldwell,  promovió la suspensión “inmediata” de la militancia del ex gobernador tamaulipeco.  

No hay duda que la medida es extremadamente convenenciera. Lo atropellado de esta reacción resulta hasta risible porque los priistas necesitarán muchísimo más que eso  para amortiguar los estragos que les provocará este asunto.

El mismo boletín que da a conocer la posición del CEN sobre el caso tiene una expresión cínicamente ingenua cuando refiere que “el PRI no solapa, bajo ningún concepto, impunidades”.   

Es claro que para el señor Yarrington no hay el beneficio de la duda, que para él no existe la presunción de inocencia por la simple y sencilla razón de que la prioridad es la campaña de Enrique Peña Nieto.

Habrá que ver la reacción del partido luego de que la noticia de refilón le pegó ya a su candidato a senador por Tamaulipas, el también ex gobernador Manuel Cavazos Lerma, porque, por ejemplo,  la dirigencia nacional del PAN pide que se investigue a este último por su relación con Yarrington.

Con un cálculo parecido al de los priistas, es decir por mero oportunismo electoral, la dirigencia nacional panista y su candidata presidencial aprovecharon este regalazo para reforzar la  guerra sucia que emprendieron contra Enrique Peña Nieto desde hace semanas.

Para ellos, el escándalo Yarrington Ruvalcaba es una verdadera joya propagandística, aunque a diferencia de la mayor parte de los elementos de su estrategia contra el ex gobernador del  Estado de México, esta si tiene muchos elementos de objetividad.

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