domingo, 25 de septiembre de 2016

PEPE ELIAS: LA CIUDAD DE LA PUNTADA

Desde el inicio de su administración, el aún presidente municipal de Reynosa, José Elías Leal, habló de la llamada “Ciudad de los Niños” como su gran proyecto para propiciar la integración social.

Lo presumía pretendiendo ubicarlo como un espacio muy valioso para la comunidad.

Ahora que se ha inaugurado con el nombre de “La Ciudad de las Familias Felices”  se puede observar que todo lo que dijo estaba basado en una idea suelta, producto de una muy escasa imaginación.  Literalmente se trataba de una ocurrencia.

El complejo tiene varias edificaciones supuestamente construidas con un enfoque educativo pero que por sus características y las dinámicas que ahí se organizan resulta obvio que no despiertan el interés de los niños ni propician su proceso imaginativo. Si eso fuera poco solo se les permite visitarlos unos cuantos minutos.

Las áreas abiertas están habilitadas con algunos juegos que son muy comunes en los parques o en las plazas. En esa zona del parque no hay ningún elemento interesante. Ese tipo de mobiliario generalmente tiene poco uso entre los niños. Además por estar expuestos al sol será muy difícil que  los niños los utilicen.

El proyecto, en el que se gastaron más de 50 millones de pesos, carece  de elementos mínimos que deberían considerarse para la creación de espacios públicos destinados a la población infantil.

En el lugar no se refleja ninguno de muchos criterios que reconocen al juego como una de las actividades más determinantes en el desarrollo de los niños.    Actualmente en la construcción de áreas públicas infantiles deben incorporarse aspectos que van más allá de lo meramente arquitectónico.

El avance en el reconocimiento de los derechos de los niños contempla al juego como esencial por la enorme importancia que tiene en su maduración individual y las oportunidades que genera para su sana inserción en la comunidad.

El valor que tiene esta actividad en su desarrollo y crecimiento obliga a que en el diseño de estos espacios se involucre una visión sociológica.

Este complejo se construyó sin poner en el centro del proyecto las necesidades del público infantil.  

Es evidente que la ahora “Ciudad de las Familias Felices” es el reflejo de la ignorancia de su promotor y de quienes lo diseñaron respecto del verdadero papel del juego en la vida de los niños.

Las carencias estructurales del concepto -que mal copió elementos de otros partes- no propician un ambiente adecuado para ellos. Además, los empleados municipales que fueron comisionados al lugar carecen de conocimientos en el trabajo con niños.

Aunado a eso, las características extremosas del clima provocan que  el lugar sea más estresante.  Con el sol a plomo, la falta de zonas sombreadas impide la cómoda circulación de las personas.

No existen áreas verdes y arboladas que son indispensables en este tipo de espacios. No se tomó en cuenta que  son un elemento muy importante  para las actividades de esparcimiento.

Definitivamente no hay nada que favorezca la espontaneidad que debe tener el juego. En esas condiciones es impensable que tengan solaz, diversión y entretenimiento.

La dichosa “Ciudad de las Familias Felices” es un yermo para la  imaginación de los niños. No les genera entusiasmo ni mucho menos les despierta emoción.

Quienes materializaron la ocurrencia del alcalde de Reynosa, desatendieron la suma importancia que tiene esta actividad para los menores. Ignoran que el juego incluso está asociado con la felicidad.  

Que gran contradicción.

El interés real de las autoridades municipales para impulsar este proyecto fue la posibilidad de allegarse el recurso federal que se etiquetó para su construcción. La idea era hacer negocio.

Precisamente en razón del beneficio económico, funcionarios del gobierno del estado, sin ninguna justificación legal, les arrebataron la licitación y a través de prestanombres se quedaron con el contrato.  

Nadie del municipio se atrevió a reclamar el atropello.


Era impensable que una disputa por ese negocio porque a fin de cuentas, contrario a cualquier disposición jurídica, frente a ellos el alcalde siempre actuó como un subordinado.

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