miércoles, 22 de octubre de 2014

TLATLAYA E IGUALA: LA PODREDUMBRE DEL ESTADO

Lo ocurrido en Tlatlaya, Estado de México y en Iguala, Guerrero son ejemplos claros de una de las más brutales expresiones del ejercicio abusivo del poder público, producto de la  cada vez más profunda descomposición del estado de derecho en México.

También evidencia como en la opinión publica parece existir una clara diferenciación del valor de la vida de aquellos que en diferentes hechos y circunstancias han sido víctimas de autoridades que  terminaron por convertirse en delincuentes.

Ante la creciente indignación que se expresa con movilizaciones en muchas partes del país y por  el reclamo internacional exigiendo la localización con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el gobierno federal literalmente fue forzado a atraer el caso e iniciar indagatorias legales que hasta ahora no han tenido resultado.

Prácticamente no hay otra razón para esta  intervención de la Procuraduría General de la República en la investigación por la desaparición de los estudiantes normalistas.  La exigencia de la sociedad y el reclamo de la comunidad internacional han puesto contra la pared a las autoridades que desesperadamente tratan de resolver este caso, producto de la podredumbre que envuelve a muchas instituciones públicas del país.

Sin embargo, la atracción de la investigación al ámbito ministerial de la federación nos muestra una terrible contradicción: La demanda social empujó a La PGR a integrar una indagatoria por la desaparición forzada de los humildes estudiantes guerrerenses, a la par que ha habido intentos de autoridades federales  por encubrir la ejecución de un grupo de jóvenes del Estado de México, presuntamente vinculados con la delincuencia organizada, por parte de elementos del ejército.

La justificada indignación por la muerte de seis personas y por la privación ilegal de la libertad de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, que se vuelca en las calles de muchas ciudades del país y del mundo, contrasta con las escasas expresiones de rechazo social ante lo que ahora se perfila como la ejecución de al menos 15 personas, de entre un grupo de 22, que murieron en un operativo militar en municipio mexiquense de Tlatlapa.

Tan grave es lo sucedido en Iguala como lo que ocurrió en el Estado de México. Resulta preocupante pensar que, parece ser, haya quienes no lo consideren así.

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