domingo, 28 de junio de 2015

EL ENFERMO DE LA REVISTA HORA CERO

Para quienes ejercen el periodismo, la única calificación válida es la del público. Las opiniones contrarias  de sus pares generalmente reflejan sentimientos malsanos. 

Desde hace muchos años  Héctor Hugo Jiménez, director de la revista Hora Cero, que se edita en Reynosa, dedica gran parte de su esfuerzo a atacar a personas del gremio periodístico. 

Reproduzco lo que escribí hace unos años sobre su caso. En ese tiempo lo hice sin más ánimo que responder a sus constantes ataques en mi contra. Ahora lo comparto porque  quiere volver a las andadas. Hay algunos datos que están desactualizados pero como no son relevantes y porque  además no afectan el fondo de mi opinión, no quiero perder tiempo corrigiéndolos.


En la columna La Caja de Pandora de la revista Hora Cero, Héctor Hugo Jiménez, director editorial de esta publicación, usando el seudónimo de El  Apuntador, se regodea  criticando, casi siempre difamando, a trabajadores de otros medios de comunicación.

Él,  que presume de ser un periodista vertical, de ejercer su trabajo con ética - al grado de pretender ser guía, amparo y defensa de esta actividad-  en la columna de referencia  libera su baja pasión.  En su papel de severo sensor de reporteros y medios de comunicación de la región no se limita en el uso de reprobables prácticas.  

Aunque jura y perjura que tal espacio no es de su autoría, dedica su esfuerzo  a incordiar a reporteros, fotógrafos y camarógrafos de otras empresas de medios.   Alimenta la columna con insidias propias y ajenas.  Distorsiona hechos y casi siempre miente para dar rienda suelta a sus propios resabios y frustraciones.    

Por muchas de sus actitudes  y especialmente por la forma en que se refiere a su trabajo, lo que puede concluirse es que el Director General Editorial de Hora Cero padece un severo trastorno emocional.  Un caso lastimoso como cualquier padecimiento de esa naturaleza. 

El perfil psicológico de Héctor Hugo Jiménez corresponde a lo que se ha identificado clínicamente como trastorno narcisista de la personalidad.   Su patrón conductual  con un notorio sentido de grandiosidad y una sobre valoración de sus capacidades  corresponde a las características diagnósticas del trastorno.

Como muestra está otra de sus  columnas,  sintomáticamente llamada,  “Con tinta en la sangre”.

Ahí,  Héctor Hugo Jiménez Castillo -su nombre completo- se deleita exponiendo sus experiencias, que considera dignas de interés general  y hasta lecciones de vida y periodismo.  Con fruición celebra y engrandece su desempeño profesional.   Son sus escritos prueba de que asume que es ejemplo a seguir, o cuando menos  digno de muy altos merecimientos.

En esa entrega quincenal que hace en la revista, se observa  otro rasgo del sujeto con trastorno narcisista de personalidad.  Este tipo de enfermos tiende a  pensar que sólo les pueden comprender o  que  sólo deben relacionarse con personas que considera que son especiales o de un elevado status.     

En ese espacio, Hugo Jiménez  presume sobre sus relaciones con importantes y destacados personajes del medio periodístico a quienes considera cuando menos sus iguales.  Se regodea cuando escribe de la cercanía filial  con su  “amiga” Valentina Alazraqui, por muchos años corresponsal de Televisa en el Vaticano  

Comparte con gran desprendimiento  sus experiencias con su “amigo”, su “tocayito”  Héctor Benavides, conductor de noticias de Multimedios Televisión.  Gozosamente escribe sobre  su trato con Ramón Alberto Garza, director del diario regiomontano El Norte en el tiempo que  Jiménez trabajó  en esa publicación.

Debido a su trastorno con eso aumenta su ya de por si exagerada autoestima. Se siente más especial con el valor idealizado que asigna a todos aquellos con quienes se ha relacionado y considera sus dignos contertulios, ya que este tipo de enfermo piensa que sólo le entienden o que solo pueden relacionarse con otras personas que son especiales y a quienes atribuyen cualidades de ser “únicos”, “perfectos” o de tener “talento”.   Así, su autoestima es aumentada por esa especie de   reflejo.

Seguramente propiciada por el merecido reconocimiento social que tuvo Miguel Morales, conductor de noticias en Televisa Noreste, fallecido a principios de 2007 luego de una penosa agonía tras un terrible accidente automovilístico, Héctor Hugo sufrió una crisis de su trastorno.  

Después de que miles de personas estuvieron pendientes del estado de salud de Miguel Morales y que tras su muerte se volcaron tumultuariamente para despedirlo, Jiménez Castillo encontró un motivo para auto glorificarse.   De una forma completamente descabellada, que aunque producto de su enfermedad no dejó de ser burda y grosera,   escribió que “Miguelito”, como se conoció al infortunado periodista, en alguna ocasión había expresado su deseo de ser como él.   

Para Morales, si es que acaso intentó ser como el autor de Tinta en la Sangre y la Caja de Pandora,  fue una fortuna  no haberlo  logrado. Por eso consiguió tan destacado sitio en los medios de comunicación y especialmente en el ánimo de los habitantes de la región  

Por lo que se sabe, en su trabajo como periodista Jiménez Castillo efectivamente ha tenido la oportunidad de estar  en situaciones de privilegio que le permitieron vivir en  otros países y conocer a personas destacadas.  El problema para él es que todo eso, definitivamente, se nota a leguas, no le ayudó a ser una mejor persona.   Al contrario.

Héctor Hugo como cualquier paciente con trastorno narcisista de personalidad, cree que los demás deben otorgar un valor exagerado a sus actos y a su trabajo.   Cuando ello no ocurre, seguramente se sorprende y se siente ofendido.  De ahí al resentimiento y la frustración no hay mucho trecho

En la Caja de Pandora, tras el escudo del pretendido anonimato de un seudónimo,  ese resabio se manifiesta junto con otra  característica de su padecimiento: La infravaluaciòn de los demás.  Todo lo escribe para  injuriar, agraviar y menoscabar a personas y empresas. La falsa acusación, el señalamiento malicioso y la calumnia   son armas de su vileza en su afán de tratar de ridiculizar a los demás.     

Esta devaluación que Jiménez Castillo hace de otros medios y reporteros  seguramente es una forma de contraposición para aumentar su auto percepción de grandeza personal y laboral, ya que los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad son más  propensos a creer que han alcanzado la perfección y asumir que los demás no pueden hacer bien las cosas.

Hay que entender que en Héctor Hugo su forma de actuar y de referirse a su trabajo no es más que parte del conjunto de síntomas de su enfermedad.   A quienes pueden sentirse molestos  o con ira por todos sus comentarios envueltos de mala intención, les sugiero que lo vean como lo que es: Un enfermo que merece conmiseración.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta enfermedad se llama Sìndrome de ojeritis aguda conocida por sus siglas OGT derivada del poder que le da el medio que se encuentra hoy por hoy...pero nada es para siempre.
OJO que al escribir sobre el a modo de rèplica comienzas a manifestar los primeros sìntomas de este mal.
Que merezcan conmiseración ??? No creo, AÚN NO.

Anónimo dijo...

Y llegó el día como dije el tiempo (aunque corto) me dió la razón. NADA ES PARA SIEMPRE Y aquí ya se le acabó su corrido.No que mucho.Kosovo que corresponsal de guerra que muy chigón ante el resto de los periódistas?? Contra un solo hombre no pudo Caveza de Vaca y ya anda llorando en el FB con música d violín de fondo diciendo que Hora Cero de Nuevo León lo necesita jajajaja que ridículo. Ahora si es digno de conmiseración AHORA SI.