domingo, 28 de septiembre de 2008

UNA FOTO EN 644 PALABRAS

Pensé que no debo limitarme a escritos periodísticos. Que igual puedo compartir otras cosas con la gente. Eso, además me dará chance de estarlo actualizando diario, al menos de lunes a viernes por ahora. ¡Vale!

Desde hace 14 años conservó una fotografía impactante, conmovedora, pero que al mismo tiempo causa irritación. Es la imagen de un hombre, creo que en aquel 1994 en que se la tomaron, de unos cincuenta años. Se encuentra casi de espaldas a la cámara. Ajeno completamente a ella. Aunque su posición es de lo que los fotógrafos llaman tres cuartos, su rostro casi no se ve.

Está de pie. Lo fotografiaron en medio de la selva. Durante el caos que provocó en levantamiento zapatista en Chiapas. Al fondo se puede apreciar parte de la exuberante vegetación que caracteriza al sureste mexicano. Ese paraíso, que, por sus abundantes y riquísimos recursos naturales, para muchos, los más pobres, los desposeídos, es el verdadero infierno. Zona de caciques. Región donde los indígenas padecen una explotación atávica.

A sus pies frente a él, hay restos de cañas de carrizo o bambú, parcialmente quemadas. En igual condición hay hojas de palma. Parte de lo que fue una choza. En el sitio, tirados en el piso, hay algunos utensilios de cocina. Destaca una olla de barro, redonda, de aspecto cenizo por fuera. Por el color oscuro que se aprecia en su interior seguramente era utilizada para cocinar frijoles.
Es una estampa tomada en algún lugar de la sierra. En alguno de los doce días de la rebelión del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Ese movimiento que conmocionó y cautivó al mundo. Esa lucha armada y luego discursiva que con sus demandas de justicia y reivindicación para ellos, propició que los indios y pobres de México se volvieran un tema de discusión internacional, pero que no logró cambiar en nada su lastimosa situación.
¿Quiénes destruyeron la morada de este hombre? ¿Por qué esta expresión de brutalidad que asoló sus misérrimas posesiones?, son preguntas que inmediatamente surgen al observar con detenimiento todas las imágenes. Lo digo en plural, porque cada una de las cosas que hay ahí puede observarse aisladamente y muy poco se deslíe el dramatismo de este cuadro.
El hombre es la viva representación de la miseria. Sus pies, descalzos, con la piel de apariencia dura y agrietada. Anchos y cubiertos de lodo seco, son pies de quien está acostumbrado a caminar con ellos desnudos.
De su hombro cuelga un morral, característico de los viandantes pobres. Lo lleva del costado contrario al hombro que lo carga. Este detalle hace suponer que recién llegó al sitio. ¿Cómo saberlo? De cualquier modo puede uno atreverse a pensarlo.

Enero es época de frío. Por eso el hombre lleva un suéter encima. Debajo trae una camisa. Es de mangas largas porque se nota que junto con las de la prenda de frío están recogidas hacia arriba. La manga derecha y la parte inferior del suéter están rotas.
Su pantalón, recogido hacia arriba, casi a la altura de las rodillas, es también un andrajo. El conjunto es conmovedor. Pero lo más perturbador de todo es él y no su aspecto. Al principio dije que en la fotografía poco se ve de su rostro. Sus manos unidas por las palmas, cubren parcialmente su mentón y nariz. De esta manera, sostienen su cabeza, inclinada hacia abajo, casi pegada al pecho. Sus ojos cerrados, casi apretados, completan la imagen de aflicción extrema que tiene su actitud. Un momento en que su adversidad fue tan grande que lo primero que sintió fue desolarse. El agobio de quien no tiene nada y lo pierde todo.
¿Qué fue de él? No lo sé. Pero de algún modo está ahí, multiplicado en la enormidad de mexicanos que no tienen lo necesario para vivir. Los millones que forman el México andrajoso que muchos no quieren ver.
NOTA: por un imperdonable descuido, en la redacción original omití mencionar que la fotografía, de una serie que se convirtió en un invaluable testimonio de los primeros días del levantamiento zapatista, es de la autoría del periodista reynosense Carlos Peña Rojas.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Y lo peor del caso es que esto mismo se repite una y otra vez, ya sea por levantamientos, por inundaciones, deslaves, terremotos, etc.

La injusticia y la falta de apoyo del gobierno se hacen presentes.

Con el paso del teimpo nos damos cuenta de que nada cambia

Anónimo dijo...

ma. iseo tiene toda la razon. en mexico los jodidos seran siempre los mismos.