Me duelen los recuerdos de mi infancia. Me atormentan especialmente los momentos felices de mi niñez. Sufro con el pasado. Me entristecen esas reminiscencias. Duelen. Calan profundo.
Me agobia rememorar esa mezcla entre amargo y dulce que tuvo mi adolescencia. Roba mi calma pensar en aquellos tiempos. Con esas remembranzas, se apodera de mí un profundo desasosiego. Me cubren de una profunda pesadumbre que escurre por mis ojos.
La angustia se convierte en ira. Me lleno de irritación. Es un enojo que se vuelve vigilia. Esos sentimientos me llenan de cansancio y frustración que siempre llegan acompañados de inquietantes preguntas.
¿Cómo paso? ¿Cómo llego a estos extremos la violencia que asola todo el país?
¿Por qué dejamos que les robaran su infancia a nuestros niños? ¿Por qué dejamos el camino libre para que asaltaran su presente y su futuro?
¿Por qué debemos llorar por la niñez que tuvimos y por lo que a ellos les han arrebatado?
¿Por qué no fuimos capaces de impedir que el miedo los sacara de sus juegos callejeros? ¿Por qué dejamos que el terror los alejara de los parques?
¿Por qué permitimos que pasara? ¿Por qué no tuvimos el ánimo y el coraje de evitarlo?
¿Por qué?
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