En México se cumplen diez años de la llegada del PAN a la Presidencia de la República. Diez años de la alternancia electoral, más no de la transición a un nuevo sistema político y económico con justicia social, prometido a saciedad por el ahora ex presidente Vicente Fox y por el actual Felipe Calderón.
En este tiempo los presidentes panistas no solo mantuvieron la política económica de sus tres antecesores priístas sino que la profundizaron, la brutalizaron, para favorecer una mayor concentración de la riqueza nacional.
El humanismo económico, que ponderan los principios de doctrina del Partido Acción Nacional, solo es para el papel. Los dos gobiernos panistas privilegiaron al gran capital y en consecuencia acrecentaron la miseria del grueso de la población.
Beneficiarios electorales de la animosidad popular contra todo lo que representan la historia del PRI y los gobiernos priistas para este país, terminaron por cohabitar en el poder con los personajes más nefastos del tricolor.
Fue su incapacidad y falta de visión de estado que los empujó a la negociación perversa que siempre tiene en un plano secundario el beneficio colectivo. Lo inmediato, los resultados del corto plazo, fueron la prioridad. El poder por el poder.
Al final fue la tácita renunciación al cabal cumplimiento del mandato constitucional que recibieron para gobernar para el pueblo.
Para la población del país, la última década solo ha sido la acumulación de más años de la criminal e impune iniquidad que distinguió a los gobiernos priistas. Esta decena ha transcurrido y se caracteriza por una mayor injusticia económica y social.
Los panistas festejan el cuarto año de gobierno del segundo presidente de la república que tiene su partido. Para ellos es motivo de celebración. Los llena de júbilo.
Para los mexicanos la elección presidencial del año dos mil, si fue efectivamente de una gran transición: Salir de Guatemala para entrar a Guatepeor.
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