jueves, 18 de noviembre de 2010

REBATIÑA PRESUPUESTAL


La rebatiña por el presupuesto de la federación para el 2011 fue de proporciones mayúsculas.   La Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados  recibió 21 mil 825 peticiones que en conjunto involucraban recursos por  731 mil 334 millones de pesos.

Treinta gobiernos estatales en conjunto presentaron 12 mil 97 solicitudes de recursos por un monto global de  425 mil468 millones de pesos, en tanto que los municipios entregaron 6 mil 562 solicitudes por un total de 201 mil 995 millones de pesos.

Los legisladores también le entraron a la presentación  de su charola ya que  hicieron llegar a esa comisión 2 mil 545 solicitudes por 49 mil 782 millones de pesos.

Creo que pocos dudan que en lo último que pensaron quienes presentaron las solicitudes fue en sus gobernados o en sus representados.  Que lo que movió las gestiones que se realizaron para que la referida comisión  tomara en cuenta lo pedido, era tener la oportunidad de poder meterle más la mano a la caja de las galletas.

Que los intereses que se concentraron en la discusión del presupuesto y que provocaron  reclamos, exigencias y amenazas,  como la del diputado federal tamaulipeco Cruz López que amagó con renunciar a su cargo si se modificaba su propuesta  para aumentar recursos a programas de apoyo al campo,  están en el extremo opuesto de los del resto de los mexicanos.

Un ejemplo de este reprobable  mercadeo lo conocimos recién empezado el 2010.  Una muestra incontrovertible de cómo el interés nacional bien puede quedar supeditado al de los grupos partidistas. 

Como una afrenta para los mexicanos quedó el acuerdo firmado entre los dirigentes nacionales del PAN y del PRI para que el primero no formara coaliciones electorales en el Estado de México en el proceso local del 2011.    

Como cualquier convenio,  ese tenía una contraprestación para el PAN y el gobierno federal: Comprometía el voto a favor de los senadores priístas  al paquete económico del gobierno federal para el 2010.

Es una asquerosa  truculencia llevarse entre las patas el beneficio común, pero de eso y más son capaces los políticos.

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