lunes, 8 de noviembre de 2010

BENEDICTO XVI: LOS MALOS PAPAS

 En su visita a España el papa Benedicto XVI  enfrentó protestas de organizaciones que recriminan a la iglesia católica su posición sobre temas como el divorcio, el aborto y el matrimonio entre homosexuales.


Por ejemplo cuando el Papa se dirigía al templo de la Sagrada Familia, un grupo de activistas homosexuales protagonizó un beso colectivo cuando el vehículo del pontífice pasaba frente a ellos en las inmediaciones de la plaza de la Catedral de Barcelona.
  
En su gira española, Joseph Ratzinger le regaló al Rey Juan Carlos de España un ejemplar del  libro “Summorum Romanorum Pontificum, historia nomisbatibus”, del escritor Giancarlo Altieri.  Esta obra narra la historia del papado a través de las medallas que cada pontífice ha acuñado.

No es difícil imaginar la perspectiva con la que se escribió el libro. Seguramente contiene una idealización sobre la figura de los papas y su papel en el mundo espiritual de los católicos  y de la humanidad.

Afortunadamente hay muchísimas fuentes de consulta para conocer la historia del papado.   Una, excelente, es el libro “Los Malos Papas” de Richard Chamberlain,  cuya primera edición en español la publicó en España en  1972.

Reproduzco fragmentos del capítulo “El toro español. Rodrigo Borgia. Papa Alejandro VI (1492-1503)  Esta parte refiere que a la muerte de Inocencio VIII, el conclave cardenalicio  para elegir a su sucesor se inició en agosto de 1492.

“… El cónclave se inició el 6 de agosto, pero el tráfico de votos había alcanzado ya proporciones impresionantes. Todos sabían que el rey de Francia había depositado 200.000 ducados de oro en un banco para asegurar la elección de Giuliano della Rovere, y que la República de Genova le había imitado con otros 100.000 en favor del mismo candidato.”

“La iniciativa francesa fue fatal para las aspiraciones de Rovere. Sus compañeros estaban dispuestos a venderle sus votos, pero no al precio de la interferencia francesa. El campo estaba  libre para los otros compradores.”

“Ningún cardenal se destacó durante la primera semana del cónclave. El embajador florentino informaba a sus señores de que la situación distaba mucho de estar clara; motivaciones y  alianzas no declaradas la complicaban. Un observador de Ferrara hizo una lista de cuatro favoritos; el nombre de Rodrigo Borgia figuraba en el último lugar. A pesar de todo, añadía este agudo observador, la inmensa riqueza de Borgia podía hacerse finalmente con la elección.”

¿No se había jactado de que tenía suficientes sacos de oro para llenar con ellos la Capilla Sixtina? Cierto, era español y los romanos aún tenían un amargo recuerdo del pontificado de su tío, pero el cónclave se veía libre ahora de las interferencias exteriores.”

El 10 de agosto por la tarde, Rodrigo Borgia había comprado ya los votos de trece cardenales. Entre ellos se encontraban miembros de las más antiguas y aristocráticas familias romanas, pero ninguno vaciló en vender su voto al odiado extranjero, una vez seguro de que se lo pagaría al precio pedido. Rodrigo Borgia utilizó con habilidad sus riquezas, venciendo las sospechas de sus compañeros, a los que había estafado en bloque Inocencio VIII.”

“…Se pasó los cuatro primeros días del cónclave regateando enérgicamente y reuniendo apoyos. Ascanio Sforza, un neutral, era el único rival serio que seguía en pie. Era también inmensamente rico y, al contrario que Borgia, contaba con el apoyo de su familia, la dinastía remante en el gran ducado de Milán.”

“…Sforza…obtuvo de Borgia no sólo la vicecancillería, sino una buena cantidad  en metálico. Borgia le entregó esta última inmediatamente. Envió una nota a supalacio, y, antes del alba cuatro mulas crgadas con metal precioso -oro segúm unos, plata según otros- fueron depositadas en el palacio de Sforza"
                              
“Quedaban todavía ocho cardenales tozudos, pero Borgia sólo necesitaba un voto más. Su venta fue quizá la más repugnante de todas las efectuadas en el cónclave, pues el vendedor fue el cardenal de Venecia, que tenía entonces noventa y seis años. Al parecer, la fiebre del oro había contagiado incluso a un hombre como él, que, por razones evidentes, no podía esperar un largo disfrute del precio de su simonía. Obtuvo una cantidad ridícula —cinco mil ducados— en comparación con las cifras astronómicas que se barajaban, pero su voto le dio a Borgia la mayoría necesaria.”

“El Sacro Colegio puso en marcha el mecanismo de la elección, elevó plegarias al Espíritu Santo para que le guiara —ante las protestas de Sforza, que declaró que todo aquello era una farsa—, y, poco después de la salida del sol del día 11 de agosto, sacó de la urna el nombre del cardenal Rodrigo Borgia. «¡Soy papa, soy papa!», gritó excitado, y se apresuró a colocarse las lujosas prendas”

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