La desaparición de Diego Fernández de Cevallos, ex candidato panista a la presidencia de la República, generó otra sarta de despropósitos de diversos actores políticos del país. Este caso, muy lamentable definitivamente, muestra nuevamente que somos un país de categorías.
Nadie puede negar la significación de Fernández de Cevallos en la política mexicana, pero su desaparición en lo personal, en lo individual, en lo familiar, es una de tantas tragedias que ocurren todos los días, en todo el país.
La reacción del gobierno federal, sin ninguna injerencia objetiva en el terreno legal en este asunto, es desproporcionada. Es de algún modo una falta de respeto a otras víctimas del delito y de sus familias, que no tienen el privilegio de la notoriedad pública.
Sin que la indagatoria haya dejado el ámbito de la competencia del fuero común, a cargo de las autoridades de Querétaro, la Procuraduría General de la República de manera oficiosa se ha involucrado en el caso
La angustia que vive la familia del ex candidato presidencial del PAN es parecida a la de otras que han atravesado, que atraviesan, un trance tan doloroso como el que sufren ellos. Pocas, muy pocas, merecen la atención especial que recibe la, hasta ahora, desaparición del llamado “Jefe Diego”. Atención que las autoridades están obligadas a dar sin hacer distinción de personas.
La fama pública, la trayectoria política, la preeminencia social de Fernández de Cevallos, no aumentan la calidad de sus derechos legales que el estado se encuentra obligado a tutelar. La ley debe ser pareja para todos, pero en la realidad no es así. Somos un país con habitantes de categorías diferentes.
No importa que tantas víctimas del delito haya ahora en circunstancias parecidas, que tantas personas y familias estén sumidas en momentos tan trágicos como este, la desaparición del político panista según Ardelio Vargas Fosado, presidente de la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados, “abre un parte aguas en el tratamiento del tema de la seguridad pública y de los riesgos y amenazas a la seguridad interior del país".
No cabe duda que somos una sociedad en la que uno vale muchísimo más que muchos.
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