Luego de la elección de Egidio Torre Cantú como gobernador de Tamaulipas, frecuentemente se publica sobre que cumplirá los compromisos que su hermano Rodolfo hizo durante su campaña política antes de ser victimado.
Es natural que al gobernador electo se le presente como obligado solidario de la propuesta de gobierno que hizo su malogrado hermano, quien murió el antepenúltimo día legal de promoción del voto antes de la elección del 4 de julio.
El ahora mandatario estatal electo, precisamente por las circunstancias de tiempo en las que fue designado candidato sustituto, no tuvo oportunidad de realizar actividades de proselitismo. Por eso ahora se habla de su decisión de asumir los compromisos hechos por su hermano menor.
Esa postura implica obviamente también un aspecto sentimental. Una expresión obligada de sentido filial. Eso es claramente entendible. Nadie puede criticarlo. En eso no hay razón para el desacuerdo.
Sin embargo, los tamaulipecos esperamos un gobernador que cumpla con lo que le mandata la constitución y las leyes secundarias del estado. Un mandatario que efectivamente sea eso: el depositario de la voluntad ciudadana. Que en razón de esa obligación legal que asumirá el primero de enero del 2011 sea su desempeño.
La sociedad de Tamaulipas necesita de un gobernador que efectivamente cuide de la seguridad y tranquilidad del estado, tal como lo obliga la constitución local. Que cuide que los caudales públicos estén asegurados y se recauden e inviertan con arreglo a las leyes, como es su obligación constitucional. Que en consecuencia garantice una administración sin corrupción.
Un gobernador que promueva en el ámbito de sus responsabilidades el desarrollo económico y social del estado. Un mandatario que en este empeño le ponga rostro social a su administración.
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