Vio a su compadre bajarse del coche. Sonrió cuando con un movimiento cadencioso, como torero haciendo faena, cerró la puerta del vehículo empujándola con la punta de los dedos.
Lo observó con detenimiento cuando levantó la mirada al cielo. Desde donde se encontraba alcanzó a notar que respiró y exhaló lento y profundo antes de que su rostro se iluminara con una enorme sonrisa, de oreja a oreja, como reza el dicho.
-Ah que compadre tan cuadrero- pensó cuando al tiempo que se fajaba bien la camisa se acercó a grandes trancos hacia él y antes de llegar a donde se encontraba, se encorvó hacia el frente, extendió los brazos y con entusiasmo inocultable se frotó las manos.
Su compadre era un bueno para nada. Se ganaba la vida picando aquí y allá. Sin oficio ni beneficio. De la clase de gente que no hecha raíz en ningún trabajo porque siente que está destinada a mejores horizontes.
-Tengo un destino compadre, tengo un destino a todo dar y aquí lo voy a esperar” le contestaba cuando le advertía que debía ser más responsable en sus cosas.
Luego soltaba la carcajada y al tiempo que le frotaba la espalda le decía “Ah que pinche compadrito, como quiera le agradezco que se preocupe por mi”
Tenía que reconocer que su compadre era, eso sí, un tipazo. De excelente humor aún en momentos azarosos. “Dios proveerá compadrito, el viejito aprieta pero no ahorca”, era su frase favorita.
A todo le hallaba el lado amable. Además era un extraordinario contador de anécdotas y chistes. Con eso inmediatamente se ganaba la simpatía de cualquiera. En todos lados se acomodaba. De sangre ligerísima, en pocas palabras.
-Compadrito, míreme por última vez de jodido- fue lo primero que le dijo cuando se plantó frente a él. - Vengo a decirle que se acabaron los tiempos difíciles -agregó. Inmediatamente empezó a relatarle –como si él las ignorara- todas las penurias económicas que pasó en lo que el llamó su vida anterior.
-Ora pronto, tenga la seguridad de que nos va a ir muy bien- le aseguro. Luego le expresó el enorme aprecio que le tenía y que era como su hermano. Por eso compartiría con él la bienaventuranza que estaba por llegar.
-Compadrito – le dijo mirándolo con fijeza- el ingeniero me acaba de hablar para decirme que me va a dar una chamba a toda madre y lo mejor de todo, que habrá muchos billetes
Al escucharlo recordó como unos dos años antes en una parranda, con su desparpajo y talante bullanguero su compadre inmediatamente se ganó el aprecio y cercanía de quien ahora era el presidente municipal electo.
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