No cabe duda que los miembros del Partido de la Revoluciòn Democràtica ponen sumo cuidado en terminar por desbaratar a su partido. Su pequeñez de aspiraciones, los mantiene sumidos en la pendencia doméstica por el poder.
La candidatura perredista al gobierno de Tamaulipas, que ya el CEN del partido, confirmó es para el panista matamorense Julio Almanza Armas, se convirtió en una especie de tragicomedia política. A fines de 2009, contestos de sí mismos, presuntuosos, un grupo de perredistas paseó por el estado al ex amigo de Fox, Lino Korrodi, como su presunto candidato al gobierno estatal.
La dirigencia nacional del partido también se involucró en el asunto. Pero no contaron con que otras hordas tamaulipecas, con un grupo “de viejecitas”, como las calificó el propio Korrodi, terminarían por obligarlo a declinar.
Luego el ex presidente del consejo estatal perredista, Francisco Chavira Martínez, a quien algunos de los promotores de Korrodi señalaron de estar al servicio del Gobierno de Tamaulipas, se empeño en un desaforado intento por la candidatura.
La dirigencia estatal perredista empeñó sus esfuerzos para que Almanza Armas fuera el candidato. En fin, que la historia de esta candidatura es de todos conocida. Lo que puede resaltarse es que en este proceso, los perredistas tamaulipecos mostraron como el poder corrompe.
Con sus acciones, corroboraron porque la gente no confía en los políticos. Su mezquindad es mayúscula. En ellos no es extraño el exceso. Incorregibles, siempre terminan por perderse en su círculo vicioso. Provocan pena ajena cuando, a pesar de sus costumbres desordenadas, pretenden que los ciudadanos crean en sus vanos discursos.
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